Requiem para un lunes festivo



Mis ojos se cierran,  pero me esfuerzo en dejarlos abiertos. 

El fin de semana se va. 

Se va el espíritu del viaje, 

del desayuno entre la cama, del almuerzo en familia, 

del silencio hasta las nueve. 

Se va la lectuta sin afán, 

los pies enredados entre las medias calientes  

y el café despacio.

Las flores muertas en el jarrón 

y la lluvia incesante, 

augura una semana gris.

 Respiro,

 suspiro por el festivo que se va.  


Mi corazón en pena no entiende este requiem

 y se santigua en pausa, a la espera de un milagro.

La resurrección no puede ser otra cosa 

que un cambio de piel, 

un amanecer en otro cuerpo

 o en este, 

que no deba alistarse de nuevo a las cinco.

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