Y me pasó que se acalló el miedo.
Se fueron las sombras, todas.
El deseo abrió la puerta y se quedó en mi cama.
Y mi oído no quiso palabras de amor
sólo su lengua saciando mis ganas.
Pude entender que lo tenía ahora:
El para mí y yo dispuesta a complacerlo.
Su cuerpo calmando mis antojos.
Mi boca anclada a sus ansias.
Y no hubo angustia por la despedida,
no hubo preguntas ni tortuosos silencios.
Su sonrisa mirando a mis ojos en pausa,
sus besos ligados al tic-tac silencioso de mi corazón.
Mañana será otro día, sin importar cuándo llegue.
Estaré lista de nuevo para el encuentro,
para ese juego de hablar sin decir nada.
Comentarios
Publicar un comentario