Arriba el cielo revelándome esta
noche
con esta necesidad urgente de
observar y hallar estrellas.
Treinta y cinco de ellas se
apagan:
no me dicen nada.
La eclíptica abre el camino y no te
encuentro
cerca de mi
centro te busco…
entre virgo y escorpio te busco.
Para entenderte, le pregunto a
Demenes
invoco la ayuda de Teseo y Periteos
esta vez para salir de mi
inframundo,
de esta sequía que se vuelve no
saberte.
Y en
esta ausencia de palabras,
en este silencio oculto en el que
solo cabe tu recuerdo,
el invierno entonces se revela, se
ancla, se queda...
y yo no tengo más remedio que pedir
de nuevo al cielo
a tu estrella,
a la pinza del sur
que el aire que invoco te envuelva
y te traiga
y en un canto amoroso te cuente
que mi intención no es otra que
quererte,
y que por la justicia, por la cual
existes,
llegue de nuevo el equilibrio;
la confianza de que avanzo trepada
en caballos mansos
que voy llevando en paz las riendas
de mi vida
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